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Sólo Dios determina tu valor

Por Paula Pacheco

Hola! Mi nombre es Paula y hoy voy a contarles un poquito de mi historia.

Nací en Buenos Aires donde crecí en una familia cristiana y tuve una infancia bastante feliz, estuve constantemente rodeada de familia y amigos. A mis 6 años por cuestiones familiares tuvimos que mudarnos a Neuquén Capital, donde me vi obligada a aceptar los cambios, de amigos, de escuela, de vida. Tengo que admitir que en la etapa de escuela primaria la pasé bastante mal. Siempre fui una persona súper tímida y callada por lo que mis compañeros de primaria se aprovechaban de eso para decirme lo que querían, de igual manera era bastante “vergonzosa” como para defenderme. Mis papás no sabían nada de esto. Durante toda esta etapa fui alimentándome de las cosas que me decían y llegué a creerme una persona inútil, fea, tonta e incapaz, todo eso se vio reflejado en mis notas bajas. Odiaba todo de mí. Llegué a creer que mi familia no me quería, y si lo hacía era por lástima. Recuerdo el comentario que me hizo un compañero diciéndome que mi vida no valía nada, y los comentarios de mis profesoras diciéndome que iba a repetir de grado si seguía así. Lloré en frente de todos, no podía sentirme más fracasada. Me rodee de amistades que no me hacían bien, me manipulaban, me trataban mal, pero no podía decirles que no porque sabía que me iba a quedar sin amigas.

Cuando terminé la escuela primaria, sentí un alivio enorme al saber que no iba a volver a ver a mis compañeros. Una vez que empecé la secundaria, me dije “no me van a volver a maltratar así”. Empecé a sembrar en amistades cristianas e involucrarme más en la iglesia y perdí amistades por decir que no, donde decidí volverme a la “cueva” en la que vivía, queriendo pasar desapercibida y sin llamar la atención.

Repetí tercer año sin poder decírselo a mis papás en la cara.

Estuve en una relación amorosa que no me hacía bien. Intentando terminar esto, volvía a caer en lo mismo. Era como intentar llenar un vacío que tenía en el corazón Tomé la decisión de no volverme a involucrar en ninguna relación hasta estar completamente sana y consciente de lo que hacía.

Me puse de novia oficialmente con un chico cristiano cuando cumplí mis 18 años, creyendo que estaba bien, que mis miedos iban a desaparecer o iban a ser tapados. Pero no, los primeros 2 años de noviazgo sentía que no lo quería, y me di cuenta que tampoco me quería a mí.

Quise cortar la relación, pero él se negó diciéndome que no estaba en sus opciones abandonar y estaba seguro de que se iba a casar conmigo. Después de tantas dudas, de no saber qué hacer, le pedí una señal concreta y visible a Dios y él me dijo, “él es para vos, seguí intentando y déjate querer”. Decidí no escuchar lo que me dijeran los demás y escuchar únicamente a Dios.

Después de 5 años de noviazgo, decidimos casarnos y hoy soy la mujer más feliz del mundo. Dios moldeó y restauró mi carácter, me mostró mi verdadero valor, me enseñó a no bajar los brazos y llenó ese vacío enorme en mi vida con su amor y su paz inagotable. Me costó 23 años entender que el único que conoce mi valor y al único que tengo que escuchar es a Dios.

“Le pedí a Dios que me ayudara, y su respuesta fue positiva: ¡me libró del miedo que tenía! (4)

Yo, que nada valgo, llamé a Dios, y él me oyó, y me salvó de todas mis angustias.” (6)

Salmos 34:4‭ y ‬6 TLA‬

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