Victoria Torres
Hace unas semanas, llegué agotada a la noche por haber cumplido con mis obligaciones a pesar de no sentirme bien con algunas cosas. Cosas que ya había hablado con Dios y había puesto en marcha una estrategia para mejorar.
Esa noche, viendo todo sin mejoras, tuve una mezcla de emociones, de impotencia; solo quería quejarme de lo injusto y desesperante que era todo, entonces le escribí una canción a Dios con todo eso. Y cuando termine mi catarsis, la revise varias veces para darle forma de canción, la mire con desgano al sentir que era algo vacía y me acosté a dormir.
La mañana siguiente, me levanté literalmente, con una nueva canción en mi mente, y no solo eso sino, con una sensación de libertad y de convicción inexplicable. Y volví a escribir.
Ese día, me la pasé pensando en lo extraña que había sido la experiencia y quería pensar que había sido buena, y que realmente "sacar todo" en esa primer canción había sido la clave para mi bienestar. Pero pasaron los días y volví a sentirme mal, o peor por la confusión que me habían traído creer que ya estaba bien. Entonces recordé Hebreos 4:12. " La palabra de Dios tiene vida y poder…" Y por fin entendí lo que pasaba: Exponer mis malos argumentos tiene valor cuando tengo además, palabra de Dios para darles pelea.
Entendí que lo que transforma y sana no es mi verdad, sino la verdad de Dios, su palabra y su poder.
Mi verdad, por si sola está llena de huecos e incongruencias, está llena de caprichos y sujeta a sensaciones. Mi verdad va y viene, pero su verdad es eterna y aunque a veces no alcance a entenderla es realmente la única verdad en mi vida.
Te animo a permanecer en la palabra. Creela, escribila, hace canciones, dibuja, baila, cómo sea aferrate a ella más que a cualquier verdad.
Porque la palabra de Dios tiene vida y poder. Es más cortante que cualquier espada de dos filos, y penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta lo más íntimo de la persona; y somete a juicio los pensamientos y las intenciones del corazón.
Hebreos 4:12
Porque el reino de Dios no es cuestión de palabras, sino de poder.
1 Corintios 4:20
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