Caro Trenco
Hace poco tiempo mi hijo Fede me pidió que le ayude a preparar algunos materiales para llevar a la escuela para armar un germinador. Así que lavé un frasco, preparé una hoja canson, trozos de algodón y un manojo de porotos. Juntamos todo en una bolsita y lo guardamos cuidadosamente en su mochila.
A los poquitos días volvió con una sonrisa y su germinador armado. Orgulloso me mostró lo que había hecho en clase, me contó todo lo aprendido con la seño y me dijo muy seriamente que debía cuidar de esas semillas y regarlas delicadamente para que esos porotos broten.
¡Y un día brotaron! Me encantaba observar cómo Fede cuidaba de esas diminutas plantitas, que rápidamente crecieron y cobraron altura. Estaba super entusiasmado y ocupado en su germinador.
Pero una tarde Fede vino angustiado a mostrarme que una se había quebrado, así que lo ayudé a ponerle un tutor para que pudiese continuar con su crecimiento y le dije: “tranquilo hijo, ahora deberemos cuidarla mejor”.
Él seguía regando sus plantas y cuidando de la que estaba “lastimada”. Hasta que en un momento noté que ese entusiasmo que tenía en los primeros días comenzó a apagarse ¿Y qué crees que sucedió? Esas plantitas fueron muriendo poco a poco y no hubo manera de poder volver el tiempo atrás. El germinador terminó en la basura.
Esta experiencia sirvió para que todos aprendamos una lección. ¡Cuánto importa lo que sembramos! Sembrar es estar atento a nuestros seres queridos y ver qué necesitan para extenderles una mano. Sembrar es marcar la diferencia en los ámbitos donde nos desempeñamos (ya sea que estudiemos, trabajemos, estemos en casa, etc.). Pero principalmente, sembrar es darle todo lo que somos y tenemos a Dios para ponerlo a su servicio.
También aprendimos que si no cuidamos esos brotes, en algún momento mueren. ¡Y cuánto dolor puede traer el darnos cuenta que no podemos recuperar el tiempo perdido!
La buena noticia es que sí podemos descansar en un Dios de nuevas oportunidades. Por eso te invito a que prepares una bolsita con todos los materiales que Dios ha puesto en vos para armar tu germinador diario y comiences a sembrar: en tu familia, en tus hijos, en tus padres, en tu matrimonio, en tu trabajo, en tu barrio, en tus amigos, en tu lugar de estudio, en tu iglesia, en tu hogar… Puede ser una llamada, un detalle, un regalito, una visita, una ofrenda, un ratito en tu apretada agenda.
Recordatorio: Esa siembra implicará que cuides cada día de los brotes, que tengas un seguimiento de cada uno de ellos y que no pierdas la pasión del primer día. Habrá días grises… otros soleados, pero en todos ellos ten la certeza que viene una gran cosecha en Cristo Jesús.
2° Corintios 9:6-14 (NTV)
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