Tuve la oportunidad de conocer a un adolescente que creció en un hogar muy pobre; buena persona, honesto y trabajador. Durante su tiempo de secundario tuvo que esforzarse muchísimo y termino la escuela técnica con un promedio bajo , pero el consuelo fue que logró terminar a pesar de que los problemas económicos de su familia se lo hicieron muy difícil.
Con el paso del tiempo fue fomentando amistades, intentó desarrollar su vida social de la manera más normal posible, pero su lugar, su casa y su entorno no se lo hacían posible.
Conozcamos mas un poco de este adolescente; resulta que sus padres eran pastores de una congregación también muy humilde y lo que él llamaba su casa era adaptación edilicia de la parte posterior del templo. Cada domingo escuchaba el sermón del pastor declarando las grandezas de Dios y de lo bueno que Él era, también de su disposición a bendecir a sus hijos.
Al llegar a ¨casa¨ no veía más que necesidad y diferencias entre sus padres a causa de la escasez. Cada vez que sus amigos le decían de ir a su casa buscaba una excusa para que nunca conocieran como vivía. De hecho, con el pasar del tiempo esta fragmentación entre su vida social y su vida familiar fue socavando tanto su estima que cuando sus amigos le preguntaban por su fe, él comenzó a negar a Jesús. Esta historia suena conocida.
Pedro, amigo de Jesús, caminó con Él y aún formó parte del círculo mas íntimo, el que lo conocía como ningún otro y que había dejado todo para seguirlo, se encontró negando su nombre en el momento más oscuro, justo después que el gallo cante 3 veces.
Quiero contarte que el adolescente de la historia soy yo, y que haber negado a Jesús frente a mis amigos en los momentos más difíciles de mi vida desgarró lo poco que quedaba de mi alma. Pero al igual que a Pedro, Jesús me dio una segunda oportunidad.
Sería muy largo contarte todo el proceso, pero sí puedo decirte una cosa: Él no dudó en ir a buscarme cuando estaba perdido. No dudó en abrazarme cuando estaba sucio y no dudó en demostrarme su amor pesar de que yo lo había negado.
Quizás estas lejos, quizás las malas decisiones de tu padres te alejaron de Dios. Quizás vos solito decidiste probar un poco de lo que ofrece el mundo.
Hoy te digo que estás a tiempo de volver. Si decidís hoy aceptar su perdón, Él te da una segunda oportunidad.
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